Los árbitros de fútbol asumen una posición de autoridad al ingresar a un terreno de juego. Deciden cosas fundamentales para los equipos en contienda. Incluso, puede llegar a incidir en el resultado de un partido o de un campeonato.
Por ello, deben tener un correcto manejo emocional. Eso sea dicho entendiendo que muchas situaciones puntuales pueden afectar en un momento específico a cada persona. Pero, sigue siendo una premisa general válida.
La dirigencia lo debe entender así. Los miembros de la Comisión de Arbitraje lo deben entender. Y, por supuesto, los propios árbitros lo deben entender.
Lo que ocurrió el domingo pasado en el partido entre la Asociación Deportiva San Carlos y Liga Deportiva Alajuelense, se pudo prevenir. Pero, a mi juicio, no se le puso la atención debida.
El árbitro David Gómez dirigió ese partido. Víctor Ramírez fue su asistente 1. Y, en un tramo del juego, tuvieron un encontronazo promovido por el primero y una actitud inconveniente.
Cuando Ramírez levantó la bandera advirtiendo una falta dentro del área defendida por Alajuelense, lo cual implicaría penal para San Carlos, Gómez desatendió. Y la cosa no quedó allí. Cuando por fin el central acudió a conversar con su asistente, lo hizo de manera grosera, haciéndole ver que la autoridad la tenía él.
No era la forma correcta de manejar la situación. Pero, sinceramente, a mí no me sorprendió la actitud de David Gómez.
Recuerdo un partido entre el Deportivo Saprissa y el Club Sport Cartaginés, en agosto del año pasado. Gómez fue el árbitro central. Y tuvo una actitud muy grosera y prepotente con los jugadores. Tanto así que fue muy notorio a lo largo del partido.
Unas semanas más tarde, el coordinador arbitral, Jefrry Solís, ofreció una conferencia de prensa para tratar de poner fin a la polémica generada por la emisión de 19 lineamientos a los árbitros por parte de la Comisión de Arbitraje.
Hay un problema de actitud
Entonces, puse el tema de la actitud de David Gómez sobre el tapete. Pregunté cómo manejaban esas situaciones a lo interno de la Comisión, pues podrían terminar en un enfrentamiento entre un árbitro y un jugador.
Solís aceptó que eso fue un problema en ese partido en particular. Dijo que se analizó la situación con el árbitro Gómez siguiendo en video las incidencias del juego. Añadió que el Central tuvo la “valentía” de reconocer que se vio mal.
“Nosotros hicimos los cortes de los videos y se los mostramos. Él aceptó que se veía confrontativo”, afirmó el funcionario federativo. Y añadió: “Tenemos y debemos trabajar en la actitud confrontativa con la que los árbitros abordan ciertas situaciones”.
Después de lo del domingo, es claro que, en el caso de David Gómez, no hubo avance. Da la impresión de que es muy volátil. Y eso es muy peligroso en un terreno de juego.
Si el asistente, Víctor Ramírez, hubiese tenido la misma actitud, aquello pudo haber terminado, seguramente, a los golpes.
La decisión de no nombrarlo, por ahora, es correcta. Pero, debe ir acompañada por un proceso para ver si se puede rescatar a la persona y al árbitro.
Lo otro es que Gómez se llevó en banda a Ramírez, que tampoco será nombrado. A mi juicio, el asistente cometió un error al insistir en mantener la bandera levantada. Después de todo, el árbitro no hizo caso a su indicación.
Pero, salvo ese detalle, me parece que no se le puede achacar responsabilidad por la reacción exagerada y abusiva de parte de Gómez.