El surfista Carlos Muñoz fue protagonista de una historia de esas que reflejan claramente como las malas decisiones nunca pueden llevar a algo bueno.
Pareciera que todas las partes involucradas en este asunto se dejaron llevar por la emoción y, al final, se dio un episodio que no tenía pies ni cabeza, ni debió darse.
A ver: desde la International Surfing Asociation (ISA) se vino el primer sinsentido. Cuando un surfista que debía tomar las olas en el marco de los Juegos Olímpicos Tokio 2020 dio positivo por el CIOVID-19, se les ocurrió buscar un sustituto a menos de un día para que iniciaran las competencias.
Si hubiese sido un surfista que estaba en algún país de Asia, quizá hubiese tenido sentido. Pero, viajar desde Costa Rica hasta Japón requiere, con mucha fortuna, de casi 24 horas. Porque, la distancia de muchísima. Porque no hay vuelos directos. Porque la cantidad de vuelos que parten desde Costa Rica hacia puntos de conexión posibles, son relativamente pocos.
La matemática es simple. Y a eso había que agregar que se debían cumplir algunos trámites previos: conseguir y comprar boletos aéreos, realizar una prueba de PCR, entre otras cosas.
Eso, sin tomar en cuenta que el surfista debía estar disponible y accesible. No como en el caso de Carlos Muñoz, que estaba en un territorio aislado por las inundaciones y los deslizamientos.
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En la ISA, claramente no se plantearon esos aspectos. Y cuando la invitación llegó, no preciso si a la Federación de Surf de Costa Rica o al Comité Olímpico Nacional (CON), tampoco se hicieron valoraciones sobre ello.
Todos le dieron rienda suelta a la emoción de ver a otro deportista costarricense en los Juegos Olímpicos. Hubiese sido muy bueno. Pero, no había condiciones. Y eso nadie lo tomó en cuenta.
Lo deportivo también cuenta
Ahora bien, ya en el plano meramente deportivo, tampoco se entró a analizar algunas situaciones muy importantes. Por ejemplo, no es lo mismo estar entrenando para mantener el estado físico pensando en una competencia que se vendrá en equis período de tiempo que estar entrenando para una competencia del nivel de los Juegos Olímpicos.
Y, para más, no es razonable pensar que después de un viaje de casi 24 horas y dos noches sin dormir, un deportista puede ir a competir, en igualdad de condiciones, en el marco de unos Juegos Olímpicos.
Esas cosas también había que ponerlas en la balanza. Pero, nadie lo hizo. Y esto debe servir de aprendizaje para el atleta, los dirigentes de la Federación de Surf y del Comité Olímpico Nacional, para no volver a cometer una sucesión de errores de este calibre.
Mención aparte merecen los señalamientos y acusaciones que surgieron una vez que se dio lo que se tenía que dar (la imposibilidad de llegar a tiempo a Tokio para competir). Me parece irresponsable que se hagan manifestaciones a la ligera, sin la información completa, porque se termina por confundir a la afición jugando, una vez más, con el deportista y con el honor de las personas. Eso tampoco es serio.