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Mirada Incisiva

Joel Campbell y Michael Barrantes en el Clásico

El blog del periodista Luis Álvarez Chavarría en Deportescr

Joel Campbell anunció desde que llegó a Costa Rica y firmó con Liga Deportiva Alajuelense, que estaba deseoso de jugar contra Saprissa en la Cueva.

Una nota publicada por el periódico La Teja, la semana anterior, daba cuenta que el atacante rojinegro ni siquiera había debutado con el club erizo cuando el 18 de julio reveló que jugar el clásico en el Ricardo Saprissa era la “mejenga” que se imaginaba disputando.

Por eso, y por el morbo que provocó toda la polémica de su incorporación con los manudos, su fenomenal actuación en el primer duelo de la temporada entre los archirrivales, que se saldó con victoria rojinegra 2-1 con doblete de Campbell, es que los morados esperaban con ansias la revancha en Tibás.

Pero también Joel a quien incluso, un periodista se atrevió a pedirle a la afición saprissista que recibieran al tres veces mundialista tico con un verdadero infierno.

Yo creo, aunque digan que nada de eso juega, que sí pudo pesar en el número 12 alajuelense. Bastó con observar la actitud desafiante de Joel con la afición morada. Desde su entrada al terreno de juego, al calentamiento previo, se veía su deseo de picar a la feligresía tibaseña. Incluso, buscando espacios para que el monstruo de mil cabezas le gritara de todo para él demostrar que no le afectaba.

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Creo que ahí Joel Campbell comenzó a salirse del clásico. El partido arrancó y siguió haciendo su juego de lucimiento personal. Y, vamos, sí tuvo acciones notables, pero más para crédito propio que para el bien de su equipo.

No hubo una sola jugada de peligro real en el arco morado. Basta decir que Alajuelense solo hizo un remate directo a portería, ya muy avanzado el segundo tiempo.

Es claro que Joel Campbell es un extraordinario futbolista. Nadie puede negar sus condiciones, pero, particularmente, en este partido, se equivocó. Se dedicó a otras cosas extra cancha y eso lo perjudicó a él y a su escuadra.

La otra cara

La otra cara de la moneda la puso Michael Barrantes. Con la madurez que dan los años, el volante rojinegro sí se tomó en serio el clásico. Desde el calentamiento se le vio concentrado, metido de lleno en lo suyo, con un profesionalismo a prueba de discusión.

Y esa honradez profesional y respeto por el fútbol se la premió la fanaticada del Saprissa. Esta lo sigue viendo como uno de los suyos a pesar de vestir la camiseta del principal enemigo deportivo.

Mientras estuvo en el campo, recibió aplausos y vítores de los aficionados saprissistas. En cada tiro de esquina o tiro libre, las palmas lo acompañaban y él siempre respondió con cariño hacia la gente.

Y vean qué curioso: cuando fue sustituido, pese a que la Liga iba abajo en el marcador, salió caminando lentamente bajo una cascada interminable de aplausos de toda la concurrencia del Ricardo Saprissa. Y con una humildad y un respeto digno de admirar, Michael Barrantes correspondió al cariño genuino de la gente. Ese mismo cariño que lo abrumó desde el principio, que le causó emociones encontradas y que, sin querer él y sin saberlo la afición, significó sacarlo del partido.

Y para culminar, creo que es digno de resaltar que, en cuestión de una semana, Barrantes fue ovacionado por las dos aficiones más grandes del país y en los dos estadios. El sábado 28 de octubre, en el Morera, luego de que con un gol suyo la Liga venciera en un partidazo al Herediano. Y el sábado 4 de noviembre en el Ricardo Saprissa, donde se llevó una catarata de aplausos y cariño del saprissismo, en un caso sino único, poquísimas veces visto en el mundo del fútbol.

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