No importa lo que Álvaro Saborío declare este lunes 22 de marzo; no importa el fallo al que lleguen los jueces a cargo del juicio que enfrenta a tres excapitanes de la Selección Nacional y a los dirigentes Adrián Gutiérrez, expresidente de la Comisión de Selecciones, y Juan Carlos Román, jerarca de Linafa. Sea cual sea el resultado de este ingrato e innecesario debate, todos, sin temor a equivocarme, salieron perdiendo.
Si alguien debe lamentar la decisión de haber llevado a juicio a los dos directivos por una frase expresada hace casi tres años, son los futbolistas, porque, ahora sí, su imagen se ha visto afectada, no por unas palabras dichas por Gutiérrez y ratificadas por Román, primero, y por Eduardo Li, posteriormente, sino por el efecto bola de nieve en que se convirtió este circo mediático.
Si Keylor Navas, Celso Borges y Bryan Ruiz hubieran visualizado lo que está ocurriendo, jamás habrían demandado; máxime que aquella frase expresada por Gutiérrez, en el programa 120 minutos de Radio Monumental, en el 2018, había pasado inadvertida. Nadie la recordaba hasta que a los tres jugadores se les ocurrió demandar y abrir la puerta del circo para todo el mundo, literalmente.
Aquí vale la pena detenerse a pensar en varios aspectos. Primero, ¿por qué los federativos, si conocían de la mala relación entre Pinto y jugadores, no hicieron nada para remediarlo? ¿Por qué, simplemente, no ejercieron su deber como dirigentes en lugar de entregarle la Selección a los jugadores y que ellos decidieran cómo arreglar su problema? Ejemplos sobran de lo que pasa cuando en un equipo de futbol son los jugadores quienes mandan. Nada bueno sale de ello. Presuntamente, los dirigentes Eduardo Li y compañía le entregaron ese poder a Navas, Ruiz y Borges al sucumbir a sus demandas, retratando su incapacidad para gestionar una relación laboral entre los jugadores y el director técnico.
¿De verdad, estos señores pensaron lo que hacían? Escuché a la esposa de Keylor, Andrea Salas, decir que su marido estaba tan afectado por la declaración de Gutiérrez que ni siquiera podía dormir y hasta pastillas debió tomar para conciliar el sueño.
Qué extraño porque el rendimiento de Keylor por esa época fue sobresaliente. No se le vio afectado en nada. Digo, si a uno lo afecta un problema, no puede dormir, debe tomar pastillas y está irritado; todo eso repercute en el quehacer diario. Pero a Navas no pareció afectarle. Como tampoco lo hace ahora la avalancha de publicaciones alrededor del mundo, donde se le responsabiliza por haber boicoteado a Jorge Luis Pinto. Incluso, este miércoles fue protagonista con el PSG al detener un lanzamiento de penal, el segundo en ocho días, luego del que le paró a Lionel Messi. Sin duda, el arquero es un ser de otro mundo porque, al parecer, no le afecta nada de su entorno. Por eso extraña que su esposa dijera lo que dijo.
Lo de Borges es todavía más irónico. Demandar a alguien porque te dice que estás gordo es absurdo, sea como se lo haya dicho, en el fondo esa era la cuestión. Imaginen ustedes si todo el mundo procediera igual que Celso, los tribunales no darían abasto.
¿Y qué me dicen del enemigo en la propia cama? Efectivamente, el colombiano acusó a Paulo César Wanchope de traición porque, a pesar de ser uno de sus asistentes, Chope -dijo Pinto-, lo quería fuera de la Sele.
Casualmente, luego de Brasil, se da el episodio de los tres capitanes con los dirigentes; el supuesto golpe en la mesa y la presunta frase: “perdemos tres partidos para que lo despidan”. Y, despidieron a Pinto, y ¿quién quedó en su lugar? Pues sí…
En un juicio a cualquier ciudadano se le exige decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, pero alguien aquí no lo está haciendo. ¿Quién? Eso le toca dilucidarlo a los jueces del Primer Circuito Judicial de San José, donde se ventila la querella, un debate a todas luces sin sentido, que pudo evitarse y que enlodó a todos los involucrados en lo que ha sido la página más dorada del fútbol tico en toda su historia.