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Mirada Incisiva

El circo de Jafet Soto

El blog del periodista Luis Álvarez Chavarría en Deportescr

Recuerdo que en alguna oportunidad el amigo y director de este medio, Reinaldo Lewis, estaba en desacuerdo con la afirmación de nuestro colega Gerardo Mora de que el fútbol nacional necesitaba más Jafet Soto.

Eran tiempos en que el gerente herediano se movía como sagaz serpiente en el balompié, llevando los mejores jugadores a su equipo y convirtiendo a la escuadra rojiamarilla en un equipo ganador.

Aun así, en aquel momento, decía Reinaldo que las formas de Soto no eran correctas y que por ello con solo uno de su especie era suficiente.

El tiempo le ha dado la razón. El liderazgo de Jafet Soto se agotó, pero más que eso, convirtió al Herediano en el equipo más “odiado” del fútbol nacional.

Durante mucho tiempo los florenses contrarrestaron ese sentimiento negativo de gran parte de la afición, especialmente de saprissistas, liguistas y brumosos, gracias a la conquista de varios títulos que los convirtieron en el club más exitoso de la década 2010-2020. Pero hoy Herediano ya suma dos años sin celebrar.

Aquella corona número 30 que se veía muy cercana, se ha vuelto más esquiva que nunca y el modelo de cambios constantes de entrenador en un mismo torneo, que les dio resultados y que muchos aplaudieron, hoy ya no funciona.

Jafet Soto es el común denominador

Todo lo anterior tiene como común denominador la figura de Jafet Soto. Un día es gerente deportivo del Herediano. Al siguiente es técnico. Luego aparece en la Comisión de Selecciones de la Fedefútbol. Después es el gerente general del Herediano, pero también es codueño del club. Y hasta aparece en la construcción del hasta ahora fallido proyecto del nuevo estadio.

Lo que hizo en el juego de vuelta de la semifinal ante Saprissa fue la gota que derramó el vaso. Autonombrarse técnico para dirigir el choque ante los morados ante la ausencia de Jeaustin Campos no tiene nombre.

No solo porque socavó la autoridad de su técnico. Imagino qué puede pensar Jeaustin que, de un día para otro, ve cómo el gerente general decide hacerlo a un lado y ponerse a dirigir él. Y conste, lo que menos hizo Jafet fue dirigir.

El ridículo que montó en el Ricardo Saprissa solo fue superado por su egolatría. Jafet llegó a distraer, a provocar y dar patadas de ahogado porque a su equipo, ese que dice amar tanto, ya no lo salvaba nadie.

Ese jueguito de palabrería barata con el que intenta desestabilizar al rival esta vez no le funcionó, simplemente, porque en el Saprissa hicieron oídos sordos a palabras necias e inútiles. Y porque, además, el señorío y la humildad de Vladimir Quesada permeó en su planilla para no caer en las provocaciones.

Además, pareciera que la multiplicidad de funciones en las que está metido Soto le están cobrando factura porque, al no estar concentrado solo en su equipo, lo distrae.

Errores de planificación

Solo así se explican tantos fallos en la planificación florense como, por ejemplo, la pésima negociación que dejó desprotegida la portería rojiamarilla al ceder a Esteban Alvarado al Saprissa y no poder traerse a Aarón Cruz.

Es tal el exceso y la “embriaguez” de poder de Jafet en Herediano que ya hasta se imagina cosas inexistentes como que a él lo ovacionaban entre 80 mil y 100 mil personas en un estadio…

Todo porque David Guzmán, al salir de cambio el domingo, le restregó en su cara el aplauso de 17 mil aficionados, luego de que tres días antes Soto hubiera preguntado “¿dónde ha jugado David Guzmán? Solo aquí y en la MLS. Yo no lo he visto jugando en el Azteca, ¿por ejemplo?”.

No creo que haga falta, pero por si acaso, le recordamos a Soto, que David Guzmán jugó un mundial sub 20 y otro mayor, ha sumado nueve títulos. ¿A cuántos mundiales fue Jafet? ¿Cuántos títulos coleccionó en su carrera?

Es tiempo de que Jafet reflexione. Nadie puede negar su conocimiento del fútbol, pero por el bien de este deporte y por usted mismo no le haga más daño al Herediano, pues su forma de actuar ha llegado a tal punto que hasta sus propios dirigentes botaron al caño la poca dignidad y señorío que existía en la institución.

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