La transformación más importante que se requiere para poner al fútbol costarricense en una posición competitiva a nivel internacional aún no llega a la Selección Nacional.
Cualquiera que haya revisado uno que otro partido de la representación nacional o de los clubes costarricenses cuando compiten contra equipos extranjeros tendrá que concluir, irremediablemente, que no mantienen la constancia a lo largo de un partido y, ni qué decir, de un torneo corto.
Cuando el Deportivo Saprissa se aprestaba a jugar contra Tigres, en la Concacaf Liga de Campeones el semestre anterior, se lo preguntábamos a Walter Centeno. Y al final, se vio a un Saprissa manejando muy bien el juego de ida, y a otro Saprissa totalmente distinto, derrumbándose en el juego de vuelta.
La misma historia la vivió el Club Sport Herediano en ese torneo: gran partido en el Rosabal Cordero, y un completo desastre en Atlanta.
Y si se revisa hacia atrás, se encuentra que esto mismo suele pasar, incluso, como ocurrió anoche con la Selección, en un mismo partido. La Nacional jugó un primer tiempo casi perfecto. Le contamos tres errores puntuales, que no fueron al marcador, porque el mismo equipo se repuso con muy buenas coberturas.
Pero, en el segundo tiempo, parecía que eran otros jugadores con los uniformes de los que habían arrancado el partido. Nada de lo que se hizo bien en la primera parte se alcanzó a repetir en el segundo tiempo.
Y es preocupante que el técnico de la Selección, Gustavo Matosas salga a decir en la conferencia de prensa posterior al juego, que debe investigar por qué pasa eso. Es más, es inaceptable. Si el cuerpo técnico estuviera haciendo su trabajo de manera integral, ya tendría una idea clara sobre las causas del problema. Porque siendo como han sido las cosas a través del tiempo, una buena definición de prioridades hubiese supuesto colocar este punto en uno de los primeros lugares.
