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Mirada Incisiva

“Los Patapeladas”, una historia digna de contar

En aquel lejano 1984, un grupo de niños de entre 10 y 12 años escribieron una historia dorada no solo para su pueblo natal, sino para toda la comunidad futbolística del país.

En Marbella, en Santa Cruz de Guanacaste, una localidad pobre y con exceso de carencias, la pasión, el coraje y el deseo de este equipo de chiquillos, superó todas las adversidades y cristalizó un sueño que ni el más optimista de los habitantes del pueblo pudo prever.

Esta historia, como cuenta su autor, el periodista Hernán Gutiérrez, se forjó a base de pundonor, esfuerzo, sacrificio y amor por el fútbol. Para algunos, este relato llega 38 años tarde, pero qué importa el tiempo cuando la dicha es buena.

Todo empieza cuando Carlos Espinoza, más conocido como “Carlos Marbella” decide inscribir a la escuela de su pueblo en el segundo campeonato nacional interescolar, organizado por el Ministerio de Educación Pública (MEP).

Aunque no les dan ninguna posibilidad -se trata de un cuadro sin un entrenador calificado, con un solo uniforme y cuyos futbolistas no tienen zapatos de fútbol, por lo que deben de jugar descalzos-, aquellos carajillos comenzaron a maravillar; sus rivales fueron cayendo uno por uno. Primero, eliminaron a su adversario de zona, en Marbella; posteriormente, sacaron a la mejor escuela del centro de Santa Cruz. Siguieron su camino triunfal contra la de Nicoya y, por último, derrotaron a la Ascensión Esquivel de Liberia. Así lograron meterse en la fase final contra las 10 mejores escuelas del país.

La gran final se realizó en Grecia. Era tal el asombro y admiración que despertaban los “Patapeladas”, que la gente del cantón griego se volcó en un apoyo irrestricto a este grupo de güilas.

Una señora les lavaba el único uniforme que tenían, pues jugaban dos partidos por día. Y sí, descalzos, a pata pelada.

Así llegaron a la final. El rival y gran favorito era la Escuela Joaquín García Monge de Desamparados. Pero para los guanacastecos, no había imposibles, ya no había obstáculo que no se pudiera vencer, ni muros mentales que no pudieran derribar.

Los josefinos tenían tres uniformes; los de la pampa solo uno. Pero, ¿y qué?, al final es el talento dentro del terreno de juego el que define y distingue a los mejores. Y así fue: la Escuela de Marbella, un pequeño y alejado pueblo guanacasteco, donde no había luz, ni agua ni ningún servicio básico, se proclamó campeón nacional escolar 1984.

La locura fue total. Radio Chorotega y Radio 16 se enlazaron para transmitir el partido. Con el final, las emociones se desbordaron en el pueblo griego que, a la usanza de las antiguas batallas, coronaba y aclamaba a sus pequeños héroes.

El regreso a Marbella fue espectacular; la emisora guanacasteca transmitió la llegada del monarca a la olvidada localidad, que esta vez se fundió en un abrazo único con un grupo de niños que los puso en el mapa nacional.

Contraste

El valor de esta historia radica en el contraste de estos muchachos, todos provenientes de un pueblo pobre, sin recursos. La mayoría de ellos no conocían siquiera Liberia; sufrían de náuseas y vómito por viajar en un bus, porque ninguno lo había hecho y, a pesar de tener todo en contra, dieron una lección no solo deportiva, sino humana, de cómo superar miedos y adversidades para conseguir un sueño.

Una de las anécdotas que también se narran en este maravilloso libro titulado “La hazaña de los patapeladas” ocurrió poco después de coronarse campeones nacionales.

Fue tal el impacto de este grupo de niños, que el Club Sport Herediano los invitó a jugar un preliminar de un partido ante Saprissa en el estadio Rosabal Cordero.

Como reconocimiento a su gran labor, las empresas Canal 2 y Radio 16 les regalaron un par de botines de fútbol a cada uno de los chicos.

Curiosamente, -pero si lo piensan no podía ser de otra forma-, la magia de cada uno se apagó. Claro, los zapatos no les permitían correr libremente, patear, hacer un pase con la precisión que ya su pie descalzo había adquirido.

La escuela de San Rafael de Heredia, su rival ese día, comenzó ganando el partido. A los 15 minutos, el goleador de los “Patapeladas”, Jesús, se quitó sus tacos, los tiró por la lateral. Seguidamente, sus compañeros, uno tras otro, fueron haciendo lo mismo, hasta formar tres montañitas de zapatos a un costado de la cancha.

El resultado final del choque fue Patapeladas 4-San Rafael 1.

¿Qué fue de ellos?

La última parte de esta obra de colección está dedicada a la vida posterior de cada uno de estos héroes infantiles. El autor se dio a la tarea de localizar y entrevistar a 17 de los 19 integrantes del equipo.

Según cuenta Gutiérrez, muy pocos de ellos entraron al colegio, algunos estudiaron, uno que otro avanzó en el fútbol hasta llegar a Segunda División. Incluso, el Herediano se interesó por cinco de los chiquillos y les ofreció un contrato. Sin embargo, los padres no dieron su permiso, pues en aquellas épocas salir a rodar mundo no era una opción.

Al año siguiente de su hazaña futbolística, el equipo participó en el campeonato nacional de moscos y llegaron largo. Algunos recuerdan un partido frente a Liga Deportiva Alajuelense, donde entre otros figuraba un carajillo llamado Wílmer López. “Eramos tan buenos o mejores que ellos, pero la falta de oportunidades y nuestra condición económica no nos favorecieron”, dijo uno de los “Patapeladas” en su testimonio.

Otro aspecto a destacar es que de aquellos memorables partidos no quedó ni un registro fotográfico. No obstante, el dibujante guanacasteco Rónald Díaz Cabrera (Rodicab) se encargó de hacer 120 ilustraciones que reconstruyeron la hazaña y los rostros de estos pequeños héroes.

El libro está a la venta en la Librería Nacazcolo en Santa Cruz y en el supermercado Pepe (propiedad de uno de los Patapeladas ya fallecido). Además, puede pedirlo al teléfono 8835-3496 con don Hernán Gutiérrez, quien se lo enviará vía Correos de Costa Rica. El costo es de ₡8.000 con el envío incluido a cualquier parte de la Gran Área Metropolitana.

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